Ahí donde abunda el silencio a pesar de los millones que lo habitan es donde trabaja Juan Rebolledo, cuidador del Cementerio General.
Juan es un hombre de edad, que quedó viudo hace unos años, luego que su mujer muriera de cáncer al estómago en el 2007.
De piel trizada como la tierra del desierto y mirada perdida en el horizonte de las tumbas, Juan descansa en el pequeño sucucho que tiene en su lugar de trabajo.
El veterano hombre que dice que no aprendió a leer ni escribir por propia culpa, mantiene una vetusta radio, unos peluches y unos discos de música arrumados en este espacio íntimo, un poco alejado de las millones de almas que hay bajo sus pies.
Desde ahí va y viene, protegiendo las tumbas del paso del tiempo y cuidando las plantas que echan raíces hasta donde están los muertos.
Mientras lo hace, a cada rato ve cómo la gente concurre a enterrar a algún ser querido o quizás no tanto.
«Los muertos no se paran ya, dios sabe donde los tiene, pero los huesitos los conozco al revés y al derecho, he tomado cráneos, no es nada extraordinario eso» cuenta Rebolledo.
Minidocumental publicado en Vimeo por Nicolás Pradel
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